Muchas veces creemos estar conectados a una persona, porque nos parece que es muy simpática, nos hace reír, es el alma de la fiesta, la cereza del pastel, todos le ponen atención, nunca pasa desapercibido, es muy atractivo y las personas buscan estar cerca de ese tipo de personas. Solemos decir “es que nos entendemos perfecto, nos reímos de las mismas cosas, es tan simpático”.
Solemos confundir a una persona simpática con una persona empática, cuando en realidad hay un mar de diferencia entre una y otra. Pero ¿qué es la empatía? ¿Cuál es la diferencia con la simpatía?
La empatía nos conecta con los otros, nos hace sentir cerquita, acompañados, entendidos, unidos, nos calma la ansiedad y nos llena el corazón, y esto sucede todo el tiempo, no sólo cuando la estamos pasando bien. La simpatía, en cambio, no produce lo mismo, nos hace sentir distantes, desconectados, no entendidos, y alejados.
La empatía es una capacidad que todos los seres humanos compartimos y aunque no todos la ejercemos, todos somos capaces de ser empáticos, ésta es una afirmación que hoy podemos hacer sin temor a equivocarnos ya que en el 2011 un grupo de investigadores de la Universidad de Parma (Italia), liderados por Giacomo Rizzolatti, descubrieron las neuronas espejo que son cierta clase de neuronas que se activan cuando vemos a otra persona ejecutar una acción, como si la persona que observa estuviera realizando esa misma acción.
Ilustración: Pinterest.
Este descubrimiento fue un cambio radical en la forma de ver la empatía, si de niños era común escuchar “haz como que te pones en los zapatos del otro”, hoy sabemos que si realmente nos ponemos en los zapatos del otro. La cosa es que en algunas ocasiones preferimos ignorar lo que estamos sintiendo.
¿Por qué si lo estamos sintiendo preferimos ignorarlo? Porque la empatía nos exige aceptar nuestra propia vulnerabilidad, tenemos que elegir ser empáticos y eso muchas veces nos da miedo y preferimos no hacerlo. Sin embargo, para poder conectar con el otro primero tenemos que conectar con nosotros mismos. Por ejemplo: te encuentras frente a una persona que acaba de perder a un ser amado, se siente triste, perdido, vulnerable, sin esperanzas, abrumado, lo único que sabe es que quiere gritar “esto es horrible, no puedo con esto”. Lo primero que nos sucede es sentir unas ganas enormes de salir corriendo y por lo regular decimos, “ya pasará, ya verás, cálmate”, minimizamos el problema, y esto es quedarse en la superficie; es sólo ser simpático con la persona, mas no empático. Intentamos mejorar la situación aun cuando sabemos que no hay nada que pueda mejorarla, nada que digamos hará que esa persona deje de estar en el duelo de su pérdida.
¿Cómo se escucha la empatía en este ejemplo?
En primer lugar, cuando estoy frente a una persona que está viviendo la pérdida, es imposible que yo no experimente miedo, porque su dolor me recuerda mis dolores pasados, porque estoy experimentando de nuevo el dolor y tengo que ser valiente para decir “no pasa nada si me duele de nuevo”.
Ilustración: Vía Express.
La empatía diría: “sé exactamente lo que sientes, sé lo que se siente estar en ese lugar y sólo quiero que sepas que no estás solo, me da gusto estar aquí contigo”.
¿Notas la diferencia? Lo que realmente sana es la relación que establecemos con los otros y el camino es la empatía.
Tuve la oportunidad de ir a La Ciudad de las Ideas 2018 y conocí a Sofía, un robot humanoide diseñado en 2015 para aprender y adaptarse al comportamiento humano. Tiene inteligencia artificial, es capaz de contestar ciertas preguntas, tiene capacidad de aprendizaje. El anfitrión del evento, Andrés Roemer, le hizo varias preguntas, entre ellas, la que más me impactó por la respuesta de Sofía fue: “Sofía, ¿qué consideras que le falta al ser humano para ser mejor?”. Ella respondió sin titubear: “Empatía”.
No puedo estar más de acuerdo, la empatía es la llave que cambiará este mundo.
Fuente: El Semanario – Cristina Jáuregui.